lunes, 25 de junio de 2007

KILL BILL

Uma Thurman es Black Mamba o La Novia. Es la mujer sin nombre, un personaje animado por el deseo implacable de venganza. Su boda no sólo fue brusca y sádicamente interrumpida y su novio e invitados vilmente masacrados, sino que ella misma fue puesta al borde de la muerte, con tiro de gracia incluido, por el hombre que alguna vez fue su jefe y amante. Para ella, como para muchos, el retiro, la vida rutinaria en las aparentemente apacibles ciudades de la frontera, del norte del río Grande o del exótico lejano Oriente, no es posible. No hay pasados que se puedan ocultar ni deudas de sangre que no se tengan que pagar. Así lo entenderán Hattori Hanzo (Sonny Chiba), el virtuoso hacedor de espadas, y también los asesinos Vernita Green (Vivica A. Fox) – un cuchillo en el pecho será el último acto de su efímera vida en familia feliz - y Budd (Michael Madsen), convertido en un borrachín refundido en un rincón oscuro del paisaje americano. Y así lo entenderá también, Bill (David Carradine), el criminal enamorado, ritualista obseso y diestro asesino, que espera ahora su turno al final del camino. Para entonces, las malvadas O-Ren Ishii (Lucy Liu) y Elle Driver (Daryl Hannah), verdaderas máquinas de matar, han mordido el polvo de la derrota en medio de torrentes de sangre de propios y extraños ante una Novia que, sintiéndose privada de sus posibilidades maternales, decide apelar a ese poderoso instinto salvaje y venenoso que esconde tras su delicada figura y que la convierte en la temible guerrera de pelo dorado y ojos azules.

Sinfonía de violencia en dos movimientos –vibrante, épico y enérgico el primero; reposado, contemplativo y de un acusado lirismo el segundo- Kill Bill no concede respiro alguno al espectador y lo acorrala, reclamando de él su repudio o su adhesión total. Tarantino, más scorsesiano que nunca, llena de rojo la pantalla y, apasionadamente enamorado de su actriz, potencia a niveles extremos el periplo mortífero de su personaje. Tarantino hace acopio de una gran variedad de recursos (split screen, anime, primerísimos planos, flash backs, virados a blanco y negro, etc.) para apuntalar con brío y sabio equilibrio este primer movimiento, esencialmente visual y concebido como un delirante homenaje a los films de artes marciales, de yakuzas y samurais. Matar o morir es la regla del juego. Y tras las vertiginosas coreografías de sangre y muerte, viene luego la reflexión y la espera, como en los viejos westerns de Sergio Leone. Movimiento de la ironía y el sarcasmo, del cotejo de caracteres y de la redención final, su epígrafe bien podría ser ‘Matar para poder amar’.

Rogelio Llanos Q.

1 comentario:

BUDOKAN dijo...

La 1 me parece muy buena en su puesta de acción pero la 2 me fascinó en todo sentido. La verdad que una obra maestra. Saludos!